La Mami Hacker

La genética condiciona el temperamento infantil y la propensión a lloros y rabietas, por lo que no pueden atribuirse solo a fallos de crianza o a falta de límites. El temperamento innato influye en la reactividad emocional, la tolerancia a la frustración y el nivel de actividad desde las primeras etapas, mientras que el entorno y la educación modulan esas tendencias sin determinarlas por completo. Para madres y padres, asumir este peso biológico reduce la culpa y favorece una maternidad/paternidad consciente: expectativas realistas, acompañamiento emocional, límites consistentes y calmados, y estrategias de regulación que priorizan el apego seguro y la disciplina positiva. También invita a ajustar rutinas, prevenir sobreestimulación y buscar corresponsabilidad y apoyo cuando el desgaste y la carga mental se acumulan.